Gato persa con pelaje largo y bien cuidado
Publicado el 05 de enero de 2025 7 min de lectura aproximada

CUIDADOS DEL PELAJE

Cómo cuidar el pelaje de un gato persa: guía clara para el día a día

El pelaje es la seña de identidad del gato persa. También es la parte que más trabajo exige. A medio camino entre la estética y la salud, mantener ese manto limpio, suave y sin nudos es un reto asumible si se conoce qué hacer y, sobre todo, qué evitar.


El gato persa combina un carácter tranquilo con un manto denso y largo, diseñado para llamar la atención. Ese mismo pelaje, si se descuida, se convierte en el origen de problemas frecuentes: nudos difíciles de retirar, bolas de pelo, zonas enrojecidas e incluso pérdida de brillo generalizada. No es una cuestión solo estética: un mal pelaje suele anticipar un gato incómodo y, en ocasiones, un problema de salud de fondo.

Por eso, más que hablar de “truquitos”, este artículo busca ordenar las ideas: qué rutina seguir, cuándo conviene bañar, qué papel juega la alimentación y qué señales deberían hacernos pedir cita en el veterinario. Todo ello con un enfoque práctico, pensado para el cuidador que convive con un persa en casa, no para exposición.

Una rutina corta, pero diaria

El punto de partida es sencillo: un persa necesita un cepillado diario. No hace falta que la sesión sea larga; bastan cinco o diez minutos, siempre que seamos constantes. El objetivo no es dejar al gato impecable cada vez, sino evitar que el pelo se compacte en la base y termine en un nudo difícil de deshacer.

La escena ideal no es un gato forzado sobre la mesa, sino un momento de rutina tranquila: el sofá al final del día, el gato medio dormido, el cepillo pasando primero por la espalda y los costados, siempre en la dirección del pelo. Después, con algo más de cuidado, cuello, pecho y barriga. Las zonas conflictivas —axilas, ingles y detrás de las orejas— conviene revisarlas a diario, aunque sea con un par de pasadas suaves.

Un buen criterio es este: si el peine deja de avanzar, es mejor retroceder, separar el mechón con los dedos y trabajar el nudo desde la punta hacia la base. Tirar con fuerza casi siempre acaba en un gato que huye y una piel irritada.

Baños: menos de lo que se piensa, mejor de lo que se acostumbra

El baño en el gato persa genera debate. No es imprescindible en todos los casos, pero puede ser un aliado si se hace bien y con poca frecuencia: cada cuatro o seis semanas suele ser suficiente en un gato sano que vive en interior. El objetivo no es “perfumar”, sino limpiar y facilitar el cepillado posterior.

El procedimiento es más importante que la marca del champú. Agua templada, sin prisas, evitando dirigir el chorro directamente a la cabeza. Un producto suave, específico para gatos y, si es posible, para pelo largo. Aclarado generoso —retirar restos es clave para que el manto no quede áspero— y secado cuidadoso, primero con toallas, después con secador en modo suave si el gato lo tolera.

Gato persa con pelaje muy cuidado después del cepillado

Si el gato nunca ha sido bañado, conviene empezar despacio: tocarle las patas con agua, acostumbrarlo al ruido del secador a distancia y premiar la calma. Un baño mal planteado puede convertir la experiencia en algo traumático que el animal recordará durante mucho tiempo.

Lo que come también se ve en el pelaje

El pelo no se mantiene solo desde fuera. La calidad del alimento se refleja con bastante fidelidad en la textura y el brillo del manto. Dietas pobres en proteína o grasas saludables suelen traducirse en un pelaje apagado, sin vida. En el caso del persa, apostar por un pienso completo, con proteína de calidad y ácidos grasos omega 3 y 6, no es un capricho, sino una inversión directa en su piel y su pelo.

Los alimentos formulados para razas de pelo largo incluyen habitualmente soporte para la piel y el pelaje, además de ayudar en la gestión de las bolas de pelo. Si, aun así, el manto se ve pobre, el veterinario puede recomendar suplementos específicos. Es mejor consultarlo que improvisar por nuestra cuenta.

Cuando el nudo ya está ahí

Ninguna rutina es perfecta y, tarde o temprano, aparece el nudo rebelde. Ante esa situación, lo más prudente es valorar su tamaño y ubicación. Pequeños enredos recientes se pueden trabajar con paciencia, mechón a mechón. Los nudos pegados a la piel, muy compactos, conviene dejarlos en manos de un profesional de peluquería felina.

Cortar en casa con tijeras, sin ver bien dónde empieza el pelo y dónde empieza la piel, es una de las causas más habituales de pequeños cortes y visitas urgentes al veterinario. A veces, una sola sesión de peluquería bien hecha permite “resetear” el manto y volver a una rutina normal de cepillado diario.

Señales de que algo no va bien

El estado del pelaje es un buen termómetro general de salud. Un gato que deja de acicalarse, que presenta zonas con calvas, caspa evidente, mal olor o un cambio brusco en la calidad del pelo, está enviando un mensaje. Puede tratarse de un problema de piel, de alergia, de dolor o incluso de una enfermedad interna.

Ante esas señales, la recomendación es clara: mejor una revisión a tiempo que esperar. El veterinario podrá descartar problemas de fondo y, si todo está bien, ajustar la pauta de alimentación y cuidados para que el pelaje recupere su mejor versión.

En resumen, el pelaje del gato persa exige dedicación, pero no requiere técnicas complicadas. Unos minutos diarios de cepillado, baños puntuales bien hechos, una buena alimentación y un poco de observación suelen ser suficientes para que ese manto siga siendo, durante años, uno de los grandes atractivos de la raza.